Cuidando la ventana
de aquella tarde o del nunca,
hay un puente
que lleva a la montaña.
Allí se abre
la puerta, la ventana
el agujero, al fusilamiento diario.
Y un poco de ternura
arranca la sed
y la cólera de las sinrazones.
Un beso vuelve al equilibrio.
El sol cuidando la ventana
se detiene en las ramas,
ardiendo o durmiendo,
la duda es parte de ese rito.
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