El
rostro interroga a la infancia. Los colores, la música, el canto trasladan a
ese tiempo perdido. Interrogación
irreversible. No volverá, sin embargo lo
que vino es inacabable, aún no termina. La revisión de los instantes de lo
original , de lo que fue inexorablemente y que al mismo tiempo , nombra lo que
vendrá. La existencia misma hecha de esta dualidad de pérdida y resto. El
resto, que bulle debajo de cada imagen, lo inacabable de la recepción.
Lo irreversible unido a lo inacabable. La vida
misma. Y entonces, qué hacer con esa pérdida, ausencia? Qué hacer con el resto?
En ese espacio entre lo que queda y la huida del instante, el proceso de creación como juego de atrapar
luces y sombras.
Ojo que
reescribe, reedita la alegría, cámara en mano. La necesidad de hacer perdurable el recuerdo
de una niña que celebra la alegría.
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